Guerra y poder feudal en el S. XIII
La Edad Media fue un periodo oscuro y gris, dice la máxima extendida entre ciertos sectores historiográficos. A pesar de que esa afirmación requiere no pocos matices, puede decirse que el arte de la guerra contribuyó a extenderla. Con todo, la guerra, considerada como lid campal donde los guerreros batallaban de forma individual y con poca compenetración hasta formar una carnicería sobre el campo de batalla, no fue tan oscura y gris como se ha venido considerando; la organización militar existió, tanto que durante el medievo se nacía y vivía para la guerra. La ingeniería militar moldeó los ejércitos y los guerreros a lo largo de sus mil años de historia, donde ningún detalle era dejado a su suerte: el caballero era una cara inversión que convenía mantener con vida.
La Corona de Aragón vivió a lo largo del siglo XIII un periodo de expansión irrefrenable. Esa centuria será testigo de cómo los monarcas aragoneses abandonan el sueño imperial del Midi francés tras la derrota de Pedro II en Muret, y que quedará refrendado en el tratado de Corbeil de 1258, y de cómo se inicia con su hijo Jaime I la expansión mediterránea (conquista de Mallorca y Valencia), continuada por Pedro III (conquista de Sicilia).
A lo largo de este siglo, la armadura del caballero aragonés evolucionó al ritmo europeo, pero desarrollando peculiaridades propias. La incorporación de la sobreveste o sobrecota, traída de Tierra Santa; la utilización del perpunte sobre la loriga o la preeminencia del capacete serán algunas de las características evolutivas básicas de la armadura, cuya culminación total comenzará a darse a partir de mediados del siglo XIV, cuando las placas de acero hagan su aparición y terminen por cubrir completamente en los siglos posteriores el cuerpo del caballero.
En pleno fervor por viajar a Tierra Santa, el caballero del siglo XII irá adoptando innovaciones en su panoplia, algunas serán consecuencia del desarrollo militar espontáneo, común a los ejércitos europeos, y otras las adoptará por su permeabilización con distintas culturas.
En este siglo XIII reconocemos el uso generalizado de la loriga o cota de mallas, cuyo nombre en la Corona de Aragón, en las lenguas vernáculas aragonesa y catalana, fue azberc. La loriga cubría el torso y los brazos del caballero. Iba provista de manoplas, en cuyas muñecas existía una abertura para extraer las manos. Otro modelo de loriga más pequeño era el denominado camisol. Se trataba de una camisola de mallas o lorigón, por lo general, de manga corta. Creemos que su uso estaba destinado a la infantería o la caballería ligera. En las piernas el caballero se colocaba las calzas de malla o brahoneras, ligadas al cíngulo mediante cordones. En este sentido, el desarrollo evolutivo de la armadura medieval se mantuvo prácticamente inalterado en toda la centuria. Las lorigas podían ser galvanizadas o negras, como muestran las fuentes. Se colocaban por la parte de abajo y cubrían la práctica totalidad del cuerpo del guerrero. Es a finales de este siglo XIII cuando podemos apreciar nuevos elementos que vendrán a complementar la loriga. Así, un documento de la encomienda templaria de Monzón de 1289 da conocimiento de las denominadas cuirasses, armaduras de cuero con piezas de acero en su interior que se colocaban sobre el azberc. Al parecer, nos encontramos ante modelos arcaicos de brigantinas, armaduras que se harán comunes a partir de la segunda mitad del siglo XIV.
Los cascos que el siglo XIII hereda de la anterior centuria son el capacete, con o sin nasal, y el casco cónico con nasal. Durante este siglo, estos dos modelos de casco continuarán utilizándose, como muestran las fuentes. Bajo el casco, el caballero usaba el almófar, denominado campamayl en las fuentes documentales aragonesas. El almófar cubría toda la cabeza, podía ser exento o unido a la loriga y, en ocasiones, protegía la boca con una prolongación denominada ventalle. El capacete, propio de los ejércitos hispanos, al igual que el casco cónico con nasal, se colocaba sobre el almófar con el barbuquejo bajo la barbilla. En las primeras décadas del siglo, el casco con nasal evoluciona. El caballero coloca protecciones metálicas en la zona de los ojos y la nariz, constituyendo los primeros ejemplos de yelmos tempranos. El yelmo terminará por cubrir la cabeza completamente, y en algunos casos tendrá una forma característica, con la parte de arriba plana; será el denominado yelmo de tonel, ya instituido completamente en la panoplia básica del caballero europeo hacia 1250. Los caballeros aragoneses no fueron una excepción. Estos tres tipos de casco eran propios de la caballería, sobre todo el yelmo. La característica más particular que muestran las fuentes pictóricas es que el caballero prolicromaba su casco. En las pinturas de la conquista de Mallorca, los caballeros aragoneses y catalanes utilizaban el soporte metálico del casco para pintar los colores propios de su casa o su señor.
Las fuentes también informan de los elementos que eran propios de la infantería. El documento templario de 1289 da cuenta de cascos denominados capels de ferre. Se trata de un tipo de casco llamado capelina, con forma de sombrero. La biblia de Maciejowski los presenta en la cabeza de los miembros de la infantería, por lo que se infiere que, en el caso de la encomienda templaria de Monzón, protegería la cabeza de los sargentos templarios. También podían ir policromados, o no. Otro de los cascos propios de la infantería era el capacete, al igual que la capelina se colocada en la cabeza sin almófar.
Bajo el casco y el almófar, el caballero se colocaba una cofia de perpunte, la denominada cofia de armar. Era acolchada y protegía la cabeza, tanto de los golpes del enemigo como de las propias agresiones del almófar y el casco. Cuando no se llevaba almófar, también protegía la cabeza, esta vez únicamente bajo el casco.
Como se ha señalado anteriormente, el caballero europeo del siglo XIII viste sobre la camisa el gambesón, pieza que en la Corona de Aragón se le denomina perpunte. Sobre él se pone la loriga o cota de mallas, y encima la sobreveste, fijada a la cintura mediante un cíngulo o cinturón de cuero. El propio Jaime I en el Llibre dels feyts informa de que su perpunte ha sido dañado por el enemigo, por lo que nos obliga a pensar que lo llevaría en una posición principal, expuesta a los golpes. Asimismo, las pinturas murales de la conquista de Mallorca del Museo Nacional de Arte de Catalunya muestran a los caballeros aragoneses vestidos con una prenda larga sobre una saya o sobreveste heráldica, y, a su vez, todas estas prendas encima de la loriga. Han invertido el proceso. Las características de la prenda principal nos inducen a pensar que se trata de un perpunte sin mangas, que los caballeros colocarían para complementar la loriga. Sin duda, la utilización así de este elemento tiene su lógica: era más caro y complicado reparar una cota de mallas que un perpunte, eso tal vez explicaría la predilección de los caballeros aragoneses y catalanes por colocar esta pieza arriba de todo.
Para terminar, tenemos que decir que el uso de la sobreveste también se hizo general. Bien se utilizó bajo el perpunte o sobre la loriga, pero solía mostrar los colores de la casa nobiliaria. Era una prenda propia de la caballería.
Sin duda las dos armas fundamentales de las guerras medievales en la península ibérica fueron la espada y la lanza. La lanza no sufrió variación alguna entre los siglos XI, XII y XIII. La del siglo XII en la península, incluida la Corona de Aragón, crece en tamaño con respecto a la de la centuria anterior. Mide de 35 a 45 cm. de largo, y mantendrá estas medidas para todo el siglo XIII, algo que propiciará que las armaduras defensivas y los escudos evolucionen para detener este tipo de armas.
La espada, por su parte, es el arma medieval por antonomasia. Define al caballero y es un símbolo religioso en sí, más, si cabe, en los convulsos siglos XII y XIII, donde las bases ideológicas de la cristiandad andan redefiniéndose con la oleada de fervor que suponen las cruzadas. La espada es un símbolo de Dios. Otras armas son el hacha, la maza o la daga.
DARÍO ESPAÑOL SOLANA
Miembro de la Sociedad Española de Estudios Medievales